sábado, 29 de julio de 2017

CODICIA

Hoy os traigo una historia de las que he encontrado distintas versiones, pero el aprendizaje sobre el que quiero reflexionar con todos los lectores es el mismo en todos los textos ¿Dónde está el límite de la codicia humana? ¿Cuándo dejamos que sean los bienes materiales los que tomen posesión de nuestra voluntad? ¿Somos conscientes de que la verdadera esclavitud de nuestro tiempo es el afán por atesorar riquezas inútilmente?
El cuento que os muestro en esta ocasión nos ilustra sobre las cuestiones arriba planteadas. Espero que os guste que os sea de provecho.



                                                           CODICIA



Cierto día, al pasar un barbero debajo de un árbol embrujado, oyó una voz que le decía:
-¿Te gustaría poseer las siete tinajas de oro?

El barbero miró alrededor suyo y no vio a nadie. Pero su codicia se había despertado y respondió:
-Sí, me gustaría mucho.
-Entonces ve a tu casa enseguida,-dijo la voz- y allí las encontrarás.

El barbero retornó a su casa con grandes pasos. Y, en efecto, allí estaban las siete tinajas, todas llenas de oro, menos una que no estaba llena. Entonces el barbero no pudo soportar la idea de que una tinaja no estuviera llena del todo. Sintió un violento deseo de llenarla porque de lo contrario no sería feliz.

Fundió todas la joyas de la familia en monedas y las puso en la tinaja. Pero ésta continuaba igual que antes: medio llena.

¡Aquello lo exasperaba! Se puso a ahorrar y economizar como un loco, hasta el punto de hacer pasar hambre a la familia.
Todo era inútil. Por mucho oro que introdujera en la tinaja, ésta continuaba siempre medio llena.

Por suerte, un día consiguió que el rey le doblara el sueldo. Así recomenzó su lucha por llenar la tinaja. Incluso llegó a mendigar. Y la tinaja engullía tantas piezas de oro como le introducían, pero rehusaba obstinadamente a llenarse.

El rey se dio cuenta del famélico aspecto del barbero, y le preguntó:
-¿Qué te pasa?
-Cuando tu sueldo era más pequeño, eras tan feliz. Y ahora que te he doblado el sueldo, estás destrozado y abatido.
¿No será que te han dado las siete tinajas de oro?
El barbero quedó muy sorprendido:
¿Quién os lo ha dicho, majestad? -preguntó.
El rey  se rió.
-Es evidente que tienes los síntomas de la persona a quien el fantasma ha dado las siete tinajas. Una vez me las ofreció a mí. Cuando le pregunté si el oro podía ser gastado o era únicamente por ser atesorado, él se esfumó sin decir ni un vocablo. Aquel oro no podía ser gastado. Lo único que hace es producir el vehemente impulso de amasar más oro cada día. Ve, pues y devuélvelo al fantasma ahora mucho mismo y serás de nuevo un hombre feliz.

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