jueves, 26 de mayo de 2016

LIP DUB "CUÉNTAME UN CUENTO"

Cuando la locura por la lectura se contagia de una forma tan poderosa, a veces, suceden hechos extraordinarios como la increíble experiencia que hemos vivido en nuestro instituto.
Las autoridades locales han declarado la biblioteca del IES El Picacho en estado de cuarentena permanente...

 https://drive.google.com/file/d/0B9wIP0oKrvZXZlhoMm1PeTNPdm8/view

jueves, 19 de mayo de 2016

REFLEXIONANDO SOBRE LA AUTOESTIMA

 Hoy quiero dejaros un cuento muy acertado para reflexionar sobre la autoestima. Se trata de "El verdadero valor del anillo". Con este relato aprenderemos a querernos y valorarnos un poco mejor. Espero que os guste



       EL VERDADERO VALOR DEL ANILLO



 Cuentan que una vez, un joven acudió a un sabio en busca de ayuda.
-Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que  no tengo ganas de hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar?¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro, sin mirarlo, le dijo:"Cuánto lo siento, muchacho. No puedo ayudarte porque debo resolver primero mi propio problema. Quizá después..." Y, haciendo una pausa, agregó: "Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar"
-Encantado, maestro...-titubeó el joven, sintiendo que de nuevo era desvalorizado y sus deseos postergados.
-Bien- continuó el maestro. Se quitó el anillo que llevaba en el dedo meñique de la mano izquierda y, dándoselo al muchacho, añadió: -Toma el caballo que está ahí fuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor cantidad posible, y no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió.
Apenas llegó al mercado, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes, que lo miraban con algo de interés hasta que el muchacho decía lo que pedía por él.
Cuando el muchacho mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le giraban la cara. Tan sólo un anciano fue lo bastante amable para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era demasiado valiosa como para entregarla a cambio de un anillo. Con afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un recipiente de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, y rechazó la oferta.
Después de ofrecer la joya a todas las personas que se cruzaron con él en el mercado, que fueron más de cien, y abatido por su fracaso, montó en su caballo y regresó.
Cuánto hubiera deseado el joven tener una moneda de oro para entregársela al maestro y liberarlo de su preocupación, para poder recibir al fin su consejo y ayuda.
Entró en la habitación.
-Maestro- dijo-, lo siento. No es posible conseguir lo que me pides. Quizá hubiera podido conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que pueda yo engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
-Eso que has dicho es muy importante, joven amigo- contestó  sonriente el maestro-. Debemos conocer primero el verdadero valor del anillo.Vuelve a montar a tu caballo y ve a ver al joyero.¿Quién mejor que él puede saberlo? Dile que desearías vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezcas:  no se lo vendas Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar.  El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo al chico.
-Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya mismo, no puedo darle más de cincuenta y ocho monedas de oro por su anillo.
-¿ Cincuenta y ocho monedas ?- exclamó el joven.
-Sí- replicó el joyero-. Yo sé que con el tiempo podríamos obtener por él cerca de setenta monedas, pero si la venta es urgente...
El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
-Siéntate- dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como ese anillo: una joya valiosa y única . Y como tal, sólo puede evaluarte un verdadero experto. ¿Por qué vas por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y, diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo meñique de su mano izquierda.

                                        Cuento extraído del libro "Déjame que te cuente" Jorge Bucay.



domingo, 1 de mayo de 2016

Obstáculos

Como en ocasiones anteriores, os dejo una lectura que invita a reflexionar sobre el corto que nos ocupa este mes. Esta vez... sobre los obstáculos.


                                 OBSTÁCULOS

Voy caminando por un sendero.
Dejo que mis pies me lleven.
Mis ojos se posan en los árboles, en los pájaros, en las piedras.
En el horizonte se recorta la silueta de una ciudad.
Agudizo la mirada para distinguirla bien.
Siento que la ciudad me atrae.
Sin saber cómo, me doy cuenta de que en esta ciudad puedo encontrar todo lo que deseo.
Todas mis metas, mis objetivos y mis logros.
Mis ambiciones y mis sueños están en esa ciudad.
Lo que quiero conseguir, lo que necesito, lo que más me gustaría ser, aquello a lo que aspiro, lo que intento, por lo que trabajo, lo que siempre ambicioné, aquello que sería el mayor de mis éxitos.
Me imagino que todo eso está en esa ciudad.
Sin dudar, empiezo a caminar hacia ella.
Al poco de empezar a andar, el sendero se hace cuesta arriba.
Me canso un poco, pero no importa.
Sigo.
Diviso una sombra negra, más adelante, en el camino.
Al acercarme veo que una enorme zanja impide mi paso.
Temo... dudo.
Me enoja que mi meta no pueda conseguirse fácilmente.
De todas maneras, decido saltar la zanja.
Retrocedo, tomo impulso y salto.
Consigo pasarla.
Me repongo y sigo caminando.
Unos metros más adelante, aparece otra zanja.
Vuelvo a tomar carrera y también la salto,
Corro hasta la ciudad: el camino parece despejado.
Me sorprende un abismo que detiene mi camino.
Me detengo.
Es imposible saltarlo.
Veo que a un lado hay maderas, clavos y herramientas.
Me doy cuenta de que están allí para construir un puente.
Nunca he sido hábil con mis manos...
...pienso en renunciar.
Miro la meta que deseo... y resisto.
Empiezo a construir el puente.
Pasan horas, días, meses.
El puente está hecho.
Emocionado, lo cruzo, y al llegar al otro lado... descubro el muro.
Un gigantesco muro frío y húmedo rodea la ciudad de mis sueños...
Me siento abatido...
Busco la manera de esquivarlo.
No hay forma.
Debo escalarlo.
La ciudad está tan cerca...
No dejaré que el muro impida mi paso.
Me propongo trepar.
Descanso unos minutos y tomo aire...
De pronto veo, a un lado del camino, a un niño que me mira como si me conociera.
Me sonríe con complicidad.
Me recuerda a mí mismo... cuando era niño.
Quizá por eso me atrevo a expresar en voz alta mi queja.
¿Porqué tantos obstáculos entre mi objetivo y yo?
El niño se encoge de hombros y me contesta:
-¿Por qué me preguntas a mí?
Los obstáculos no estaban antes de que tú llegaras...
Los obstáculos los trajiste tú.