Hoy quiero compartir con vosotros un bonito cuento de Giovanni Papini (Florencia 1881-1956). Se trata de "El reloj parado a las siete".
Hay momentos en los cuales parece que nuestra vida cobra sentido, aquellos en que somos plenamente conscientes y disfrutamos de la dicha de estar vivos. Nos sentimos los auténticos protagonistas de nuestra propia película, pero esa sensación no dura eternamente... Son muchas las épocas en la que, simplemente, la inercia de la vida cotidiana, nos absorbe en un letargo gris y pesado que hace de nuestra existencia una sucesión de momentos repetitivos que, se antojan inútiles al igual que un reloj parado. Este cuento, es una bella metáfora de lo que, todos en algún momento de nuestras vidas, hemos experimentado.
EL RELOJ PARADO A LAS SIETE
En una de las paredes de mi cuarto hay colgado un hermoso reloj antiguo que ya no funciona. Sus manecillas, detenidas desde casi siempre, señalan imperturbables la misma hora: las siete en punto.
Casi siempre, el reloj es sólo un inútil adorno sobre una blanquecina y vacía pared. Sin embargo, hay dos momentos en el día, dos fugaces instantes, en que el viejo reloj parece resurgir de sus cenizas como un ave fénix.
Cuando todos los relojes de la ciudad, en sus enloquecidos andares, y los cucús y los gongs de las máquinas hacen sonar siete veces su repetido canto, el viejo reloj de mi habitación parece cobrar vida. Dos veces al día, por la mañana y por la noche, el reloj se siente en completa armonía con el resto del mundo.
Si alguien mirara el reloj solamente en esos dos momentos, diría que funciona a la perfección... Pero, pasado ese instante, cuando los demás relojes callan su canto y las manecillas continúan su monótono camino, mi viejo reloj pierde su paso y permanece fiel a aquella hora que una vez detuvo su andar.
Y yo amo ese reloj. Y cuanto más hablo de él, más lo amo, porque cada vez siento que me parezco más a él.
También yo estoy detenido en un tiempo. También yo me siento clavado e inmóvil. También yo, soy de alguna manera, un adorno inútil en una pared vacía.
Pero disfruto también de fugaces momentos en que, misteriosamente, llega mi hora. Durante ese tiempo siento que estoy vivo. Todo está claro y el mundo se vuelve maravilloso. Puedo crear, soñar, volar, decir y sentir más cosas en esos instantes que en todo el resto del tiempo. Estas conjunciones armónicas se dan y se repiten una y otra vez, como una secuencia inexorable.
La primera vez que lo sentí, traté de aferrarme a ese instante creyendo que podría hacerlo durar para siempre. Pero no fue así. Como mi amigo el reloj, también se me escapa el tiempo de los demás.
Pasados esos momentos, los demás relojes, que anidan en otras personas, continúan su giro, y yo vuelvo a mi rutinaria muerte estática. a mi trabajo, a mis charlas de café, a mi aburrido andar, que acostumbro a llamar vida.
Pero sé que la vida es otra cosa.
Yo sé que la vida, la de verdad, es la suma de aquellos momentos que, aunque fugaces, nos permiten percibir la sintonía del universo.
Casi todo el mundo, pobre iluso, cree que vive.
Sólo hay momentos de plenitud, y aquellos que no lo sepan e insistan en querer vivir para siempre, quedarán condenados al mundo del gris y repetitivo andar de la cotidianidad.
Por eso te amo, reloj. Porque somos la misma cosa tú y yo.
miércoles, 27 de julio de 2016
jueves, 21 de julio de 2016
HOMENAJE A CERVANTES
Con motivo del IV centenario de la muerte de nuestro escritor más universal, Miguel de Cervantes, esta biblioteca quiere sumarse a los numerosos actos culturales que, en su honor, se vienen haciendo a lo largo del año en nuestro país. En esta ocasión,hemos escogido un precioso poema de León Felipe, poeta que vivió entre los siglos XIX Y XX , desarrolló su labor literaria desde el exilio en México, debido a sus ideas republicanas.
VENCIDOS
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,
y va ocioso el caballero, sin peto y sin espaldar,
va cargado de amargura,
que allá encontró sepultura
su amoroso batallar.
Va cargado de amargura,
que allá "quedó su ventura"
en la playa de Barcino, frente al mar.
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Va cargado de amargura,
va, vencido, el caballero de retorno a su lugar.
¡Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura,
en horas de desaliento así te miro pasar!
¡Y cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura
y llévame a tu lugar;
hazme un sitio en tu montura,
caballero derrotado, hazme un sitio en tu montura
que yo también voy cargado de amargura
y no puedo batallar!
Ponme a la grupa contigo,
caballero del honor,
ponme a la grupa contigo,
y llévame a ser contigo
pastor.
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar...
VENCIDOS
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,
y va ocioso el caballero, sin peto y sin espaldar,
va cargado de amargura,
que allá encontró sepultura
su amoroso batallar.
Va cargado de amargura,
que allá "quedó su ventura"
en la playa de Barcino, frente al mar.
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Va cargado de amargura,
va, vencido, el caballero de retorno a su lugar.
¡Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura,
en horas de desaliento así te miro pasar!
¡Y cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura
y llévame a tu lugar;
hazme un sitio en tu montura,
caballero derrotado, hazme un sitio en tu montura
que yo también voy cargado de amargura
y no puedo batallar!
Ponme a la grupa contigo,
caballero del honor,
ponme a la grupa contigo,
y llévame a ser contigo
pastor.
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar...
jueves, 14 de julio de 2016
UNA HERMOSA REFLEXIÓN
Hoy quiero dejaros un hermoso pensamiento firmado por Mario de Andrade, poeta, novelista, ensayista y musicólogo brasileño.
Mario de Andrade fue una figura destacada del panorama literario de mediados del siglo XX. Miembro fundador del llamado modernismo brasileño, participó activamente en la Semana de Arte Moderno de Sâo Paulo, que tuvo una gran influencia en la renovación de la literatura y de las artes en Brasil. Su segundo libro de poesía, Paulicéia desvairada, publicado en 1922, marca para muchos el inicio de la poesía modernista brasileña.
EL VALIOSO TIEMPO DE LOS MADUROS
Conté mis años y descubrí, que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante, que el que viví hasta ahora...
Me siento como aquel niño que ganó un paquete de dulces: los primeros los comió con agrado pero, cuando percibió que quedaban pocos, comenzó a saborearlos profundamente.
Ya no tengo tiempo para reuniones interminables, donde se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo que no se va a lograr nada.
Ya no tengo tiempo para lidiar con mediocridades.
No quiero estar en reuniones donde desfilan egos inflados.
No tolero a manipuladores y oportunistas.
Me molestan los envidiosos, que tratan de desacreditar a los más capaces, para apropiarse de sus lugares, talentos y logros.
Las personas no discuten contenidos, apenas los títulos.
Mi tiempo es escaso como para discutir títulos.
Quiero la esencias, mi alma tiene prisa...
Sin muchos dulces en el paquete...
Quiero vivir al lado de gente humana, muy humana.
Que sepa reír, de sus errores.
Que no se envanezca, con sus triunfos.
Que no se considere electa, antes de hora.
Que no huya de sus responsabilidades.
Que defienda la dignidad humana.
Y que desee tan sólo andar del lado de la verdad y la honradez.
Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena.
Quiero rodearme de gente, que sepa tocar el corazón de las personas...
Gente a quien los golpes duros de la vida, le enseñó a crecer con toques suaves en el alma.
Sí... tengo prisa... por vivir con la intensidad que sólo la madurez puede dar.
Pretendo no desperdiciar parte alguna de los dulces que me quedan...
Estoy seguro que serán más exquisitos que los que hasta ahora he comido.
Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mis seres queridos y con mi conciencia.
Tenemos dos vidas y la segunda comienza cuando te das cuenta que sólo tienes una.
Mario de Andrade fue una figura destacada del panorama literario de mediados del siglo XX. Miembro fundador del llamado modernismo brasileño, participó activamente en la Semana de Arte Moderno de Sâo Paulo, que tuvo una gran influencia en la renovación de la literatura y de las artes en Brasil. Su segundo libro de poesía, Paulicéia desvairada, publicado en 1922, marca para muchos el inicio de la poesía modernista brasileña.
EL VALIOSO TIEMPO DE LOS MADUROS
Conté mis años y descubrí, que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante, que el que viví hasta ahora...
Me siento como aquel niño que ganó un paquete de dulces: los primeros los comió con agrado pero, cuando percibió que quedaban pocos, comenzó a saborearlos profundamente.
Ya no tengo tiempo para reuniones interminables, donde se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo que no se va a lograr nada.
Ya no tengo tiempo para lidiar con mediocridades.
No quiero estar en reuniones donde desfilan egos inflados.
No tolero a manipuladores y oportunistas.
Me molestan los envidiosos, que tratan de desacreditar a los más capaces, para apropiarse de sus lugares, talentos y logros.
Las personas no discuten contenidos, apenas los títulos.
Mi tiempo es escaso como para discutir títulos.
Quiero la esencias, mi alma tiene prisa...
Sin muchos dulces en el paquete...
Quiero vivir al lado de gente humana, muy humana.
Que sepa reír, de sus errores.
Que no se envanezca, con sus triunfos.
Que no se considere electa, antes de hora.
Que no huya de sus responsabilidades.
Que defienda la dignidad humana.
Y que desee tan sólo andar del lado de la verdad y la honradez.
Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena.
Quiero rodearme de gente, que sepa tocar el corazón de las personas...
Gente a quien los golpes duros de la vida, le enseñó a crecer con toques suaves en el alma.
Sí... tengo prisa... por vivir con la intensidad que sólo la madurez puede dar.
Pretendo no desperdiciar parte alguna de los dulces que me quedan...
Estoy seguro que serán más exquisitos que los que hasta ahora he comido.
Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mis seres queridos y con mi conciencia.
Tenemos dos vidas y la segunda comienza cuando te das cuenta que sólo tienes una.
viernes, 8 de julio de 2016
CUIDADO CON LOS EXPERTOS...
Las personas que, habitualmente, tratamos con público infantil y juvenil descubrimos con emoción la cantidad de cosas interesantes que, con frecuencia, nos enseñan los chicos y chicas. Es, sin duda, uno de los aspectos más fascinantes a la hora de realizar animaciones dirigidas a los niños y niñas.
Hoy, os traigo una historia que refleja de una forma muy precisa cuánto podemos aprender de nuestros hijos e hijas si nos atrevemos a mirar las cosas con la capacidad de asombro y con la ilusión que desprenden los más pequeños. Son pequeñas lecciones de vida para todo aquel que piensa que ya tiene suficiente con lo aprendido.
EL RÍO PERDIDO
Cuando yo tenía ocho años, encontré el Río Perdido. Nadie sabía dónde estaba, nadie en mi condado podía decirme cómo llegar, pero todos hablaban de él. Cuando llegué por primera vez al Río Perdido, me di cuenta rápidamente que estaba allí.
Uno se da cuenta cuando llega. ¡Era el lugar más hermoso que jamás vi, había árboles que caían sobre el río y algunos peces enormes navegando en las aguas transparentes! Así que me saqué la ropa y me tiré al río y nadé entre los peces y sentí el brillo del sol en el agua, y sentí que estaba en el paraíso. Después de pasar toda la tarde ahí, me fui marcando el camino hasta llegar a mi casa y allí le dije a mi padre:
-Papá, encontré el Río Perdido.
Mi papá me miró y rápidamente se dio cuenta de que no le mentía. Entonces me acarició la cabeza y me dijo:
-Yo tenía más o menos tu edad cuando lo vi por primera vez. Nunca pude volver.
Y yo le dije:
-No, no... Pero yo marqué el camino, dejé huellas y corté ramas, así que podremos volver juntos.
Al día siguiente, cuando quise volver, no pude encontrar las marcas que había hecho, y el río se volvió perdido para mí también.
Entonces me quedó el recuerdo y la sensación de que tenía que buscarlo una vez más.
Dos años después, una tarde de otoño, fuimos a la dirección de guarda bosques del condado porque mi padre necesitaba trabajo. Bajamos a un sótano, y mientras mi padre esperaba en una fila para ser entrevistado, vi que en una pared había un mapa enorme que reproducía cada lugar del condado: cada montaña, cada río, cada accidente geográfico estaba ahí. Así que me acerqué con mis hermanos para tratar de encontrar el Río Perdido y mostrárselo a ellos. Buscamos y buscamos pero sin éxito.
Entonces se acercó un guarda bosques grandote, con bigotes, que me dijo:
-¿Qué estás buscando hijo?
-Buscamos el Río Perdido- dije yo, esperando su ayuda.
Pero el hombre respondió:
-No existe ese lugar.
-¿Cómo que no existe? Yo nadé allí.
Entonces él me dijo:
-Nadaste en el Río Rojo.
Y yo le dije:
-Nadé en los dos, y sé la diferencia.
Pero él insistió:
-Ese lugar no existe.
En eso regresó mi padre , le tiré del pantalón y le dije:
-Díselo papá, dile que existe el Río Perdido.
Y entonces el señor de uniforme dijo:
-Mira niño, este país depende de que los mapas sean fieles a la realidad. Cualquier cosa que existiera y no estuviera aquí en el mapa del servicio oficial de guarda bosques nacional sería una amenaza contra la seguridad del país. Así que si en este mapa dice que el Río Perdido no existe, el Río Perdido no existe.
Yo seguí tirando de la manga de mi papá y le dije:
-Anda papi, díselo...
Mi papá necesitaba el trabajo, así que bajó la cabeza y dijo:
-No hijo, él es el experto, si él dice que no existe...
Y ese día aprendí algo:
Cuidado con los expertos. Si nadaste en un lugar, si mojaste tu cuerpo en un río, si te bañaste de sol en una orilla, no dejes que los expertos te convenzan de que no existe. Confía más en tus sensaciones que en los expertos, porque los expertos son gente que pocas veces se mojan.
Hoy, os traigo una historia que refleja de una forma muy precisa cuánto podemos aprender de nuestros hijos e hijas si nos atrevemos a mirar las cosas con la capacidad de asombro y con la ilusión que desprenden los más pequeños. Son pequeñas lecciones de vida para todo aquel que piensa que ya tiene suficiente con lo aprendido.
EL RÍO PERDIDO
Cuando yo tenía ocho años, encontré el Río Perdido. Nadie sabía dónde estaba, nadie en mi condado podía decirme cómo llegar, pero todos hablaban de él. Cuando llegué por primera vez al Río Perdido, me di cuenta rápidamente que estaba allí.
Uno se da cuenta cuando llega. ¡Era el lugar más hermoso que jamás vi, había árboles que caían sobre el río y algunos peces enormes navegando en las aguas transparentes! Así que me saqué la ropa y me tiré al río y nadé entre los peces y sentí el brillo del sol en el agua, y sentí que estaba en el paraíso. Después de pasar toda la tarde ahí, me fui marcando el camino hasta llegar a mi casa y allí le dije a mi padre:
-Papá, encontré el Río Perdido.
Mi papá me miró y rápidamente se dio cuenta de que no le mentía. Entonces me acarició la cabeza y me dijo:
-Yo tenía más o menos tu edad cuando lo vi por primera vez. Nunca pude volver.
Y yo le dije:
-No, no... Pero yo marqué el camino, dejé huellas y corté ramas, así que podremos volver juntos.
Al día siguiente, cuando quise volver, no pude encontrar las marcas que había hecho, y el río se volvió perdido para mí también.
Entonces me quedó el recuerdo y la sensación de que tenía que buscarlo una vez más.
Dos años después, una tarde de otoño, fuimos a la dirección de guarda bosques del condado porque mi padre necesitaba trabajo. Bajamos a un sótano, y mientras mi padre esperaba en una fila para ser entrevistado, vi que en una pared había un mapa enorme que reproducía cada lugar del condado: cada montaña, cada río, cada accidente geográfico estaba ahí. Así que me acerqué con mis hermanos para tratar de encontrar el Río Perdido y mostrárselo a ellos. Buscamos y buscamos pero sin éxito.
Entonces se acercó un guarda bosques grandote, con bigotes, que me dijo:
-¿Qué estás buscando hijo?
-Buscamos el Río Perdido- dije yo, esperando su ayuda.
Pero el hombre respondió:
-No existe ese lugar.
-¿Cómo que no existe? Yo nadé allí.
Entonces él me dijo:
-Nadaste en el Río Rojo.
Y yo le dije:
-Nadé en los dos, y sé la diferencia.
Pero él insistió:
-Ese lugar no existe.
En eso regresó mi padre , le tiré del pantalón y le dije:
-Díselo papá, dile que existe el Río Perdido.
Y entonces el señor de uniforme dijo:
-Mira niño, este país depende de que los mapas sean fieles a la realidad. Cualquier cosa que existiera y no estuviera aquí en el mapa del servicio oficial de guarda bosques nacional sería una amenaza contra la seguridad del país. Así que si en este mapa dice que el Río Perdido no existe, el Río Perdido no existe.
Yo seguí tirando de la manga de mi papá y le dije:
-Anda papi, díselo...
Mi papá necesitaba el trabajo, así que bajó la cabeza y dijo:
-No hijo, él es el experto, si él dice que no existe...
Y ese día aprendí algo:
Cuidado con los expertos. Si nadaste en un lugar, si mojaste tu cuerpo en un río, si te bañaste de sol en una orilla, no dejes que los expertos te convenzan de que no existe. Confía más en tus sensaciones que en los expertos, porque los expertos son gente que pocas veces se mojan.
viernes, 1 de julio de 2016
SIDDHARTA
Siddharta de Isabel Humanes
Siddharta es una novela alegórica de Hermann Hesse publicada en 1922. La obra cuenta la búsqueda de Siddharta por alcanzar la sabiduría.
El autor relata en tercera persona, mostrando introspectivamente sus sentimientos a través de diversas experiencias que forman su vida hasta el momento en el que conoce a su maestro final, que lo llevará a la perfección tan anhelada.
Siddharta es una novela alegórica de Hermann Hesse publicada en 1922. La obra cuenta la búsqueda de Siddharta por alcanzar la sabiduría.
El autor relata en tercera persona, mostrando introspectivamente sus sentimientos a través de diversas experiencias que forman su vida hasta el momento en el que conoce a su maestro final, que lo llevará a la perfección tan anhelada.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)